La Segunda Guerra Mundial sacude Londres en 1941 y las sirenas, los bombardeos y el miedo despiertan a Molly casi todas las noches, que tiene que poner a salvo a su hijo de cinco años y cruzar los dedos para sobrevivir un día más. Jack es muy pequeño, pero ya aqueja la ausencia de su padre, que no volverá. Pero Molly no puede ni tan siquiera imaginar la idea de mandar lejos a Jack, como sí lo hacen otras familias con sus hijos. Piensa que seguramente esté más a salvo en otra parte, pero ha perdido a su marido y la idea de alejarse del pequeño se hace insoportable.
Una mañana, una explosión sacude la casa. Madre e hijo se encuentran en distintos lugares cuando ocurre y el destino de ambos es totalmente diferente. Mientras Jack resulta apenas herido, Molly sufre peor suerte y el pequeño es trasladado a un orfanato. Esperando que su madre vaya a recogerlo, transcurre el tiempo. Demasiado. Es entonces cuando el destino lleva a Jack a miles de kilómetros de distancia. Será trasladado a Australia, mientras Molly se encuentra perdida en su propia mente, incapaz de recordar quién es, con la única certeza de haber perdido algo que quería muchísimo y que no puede dejar de buscar sin saber lo que es.
Aproximadamente 150 000 niños fueron deportados desde orfanatos británicos durante y tras la Segunda Guerra Mundial a otras partes del mundo. Se calcula que al menos 10 000 de ellos fueron llevados a Australia desde 1947 y Jack corrió la misma suerte. Tras mucho tiempo esperando a que su madre lo recoja, Jack es solo un pequeño que fantasea con la idea de granjearse un futuro mejor y no pierde la esperanza de que su madre termine por encontrarle algún día.
La novela de Gill Thomson narra con crudeza ese episodio de la historia que maltrató a los niños deportados. Cómo el trabajo forzado les esperaba nada más llegar y hasta insinúa con sutileza los abusos a los que gran parte de ellos fueron sometidos. Solos, alejados de sus familias, en muchas ocasiones habiendo visto cómo morían sus seres queridos y otras sabiendo que no volverían a verlos, los niños deportados soportaron un destino que nunca deberían haber vivido. A muchos de ellos se les dijo que sus familias habían muerto sin ser cierto, despojándoles de su identidad. No fue hasta 2009 cuando el gobierno australiano se disculpó por el trato dado a estos niños. Un año después lo haría Reino Unido.
Una novela que atrapa, sembrando en el lector la necesidad de conocer el destino final de los protagonistas mientras se adentra en un oscuro capítulo de la historia que la autora ha sabido contar desde el respeto y la delicadeza, como también lo hace en La niña del andén.
Gill Thompson debutó con esta novela, convirtiéndose en un éxito de ventas. Anteriormente había concluido un máster en escritura creativa. Ahora, ejerce como profesora de inglés en un instituto en el condado de Sussex Occidental, donde también vive.
Me gustó bastante, sobre todo por descubrir de una manera muy adictiva la historia de estos niños y como se comercializó con la carne blanca.
ResponderEliminarBesos
¡Sí! La historia atrapa y además tiene ese trasfondo tan importante, de contar una historia tan dura a muchos lectores que probablemente la desconocen. ¡Gracias por compartir tu opinión!
EliminarUn saludo.