martes, 25 de abril de 2023

LA ESCUELA DE LAS BUENAS MADRES | Jessamine Chan

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Lo que para Frida no es más que un mal día fruto de la ansiedad, la dificultad para la conciliación de la vida laboral con la maternidad y su situación personal como madre divorciada con un bebé, es visto por el Gobierno como un acto de abandono y mala praxis como madre que acarreará consecuencias mayores de las que la propia Frida hubiera imaginado. La denuncia de uno de sus vecinos dará el pistoletazo de salida a la pesadilla de la protagonista.

"Frida creía que convertirse en madre implicaría unirse a una comunidad, pero las madres que ha conocido son tan mezquinas como las chicas recién incorporadas a una hermandad universitaria: vienen a ser como n autoproclamado grupo de operaciones aferrado a una ortodoxia maternal".
Jessamine Chan, La escuela de las buenas madres

Tras un proceso judicial que nos resulta demencial y que deja mucho que desear en cuanto a garantías de los derechos fundamentales, Frida es separada de su hija y es aquí cuando empezamos a darnos cuenta de que vamos a enfrentarnos a una distopía que va a remover cuestiones profundas relacionadas con la maternidad, los prejuicios a los que se enfrentan las madres, la ética y la ancestral pregunta de quién está autorizado a determinar quién lo hace bien y quién lo hace mal en el ejercicio de su función como madre o padre. En este caso, ese juicio está a cargo del Gobierno, a través de instituciones especialmente dedicadas a velar por el cumplimiento de las normativas vigentes en la materia.


Frida es enviada a un programa de reeducación por un periodo de doce meses en el que tendrá que superar innumerables pruebas del temario que se imparte con el fin de determinar si su devoción por su hija es lo suficientemente grande y correcta como para permitir que la recupere. La Escuela decide qué palabras debe utilizar, cómo usarlas, cómo enfrentarse a cada situación e incluso impone a las "malas madres" eslóganes y mantras con los que se culpabilicen de su situación y se proclamen malas madres que trabajan por corregirse. La inteligencia artificial al servicio de la escuela y unas instructoras implacables serán los instrumentos del Gobierno al servicio de la rehabilitación de las mujeres destinadas al programa.

"El trabajo será arduo, pero las madres deben rechazar cualquier idea de abandonar. El Estado está invirtiendo en ellas. La valla, añade la señora Knight, está electrificada".
Jessamine Chan, La escuela de las buenas madres

Será en la Escuela donde Frida conozca a otras madres, todas acusadas de delitos contra sus hijos que van desde el maltrato hasta el abandono, algunas de las cuales podemos sospechar que han sido incluidas en el programa por motivos relacionados con la edad, la raza o la clase social. La convivencia no es fácil entre mujeres de procedencias tan dispares; se producen altercados, denuncias entre ellas e incluso situaciones desesperadas que las abocan a decisiones fatales. Una narración contenida que va creciendo en tensión hasta llegar a impactar al lector que observa con pasmo cómo es más que posible que Frida no logre superar las exigencias sin imaginar el final que le espera.

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Una distopía asentada en los pilares de la maternidad, el juicio respecto al ejercicio de esta y de cómo la estandarización del buen o mal hacer de las madres puede extrapolarse hasta desembocar en una situación que nos resulta demencial a la vez que posible. Es esta posibilidad de resultar real, que nos parezca que las actuaciones de las instituciones imaginadas por Jessamine Chan puedan parecerse tanto a las que nos rigen hoy en día, lo que convierte a La escuela de buenas madres en un relato incómodo y perturbador a la vez que adictivo.

"Bajo esa luz, nadie sería capaz de adivinar que están perdiendo la esperanza. Que son mujeres peligrosas. Mujeres que no pueden controlarse. Que no conocen la forma correcta de amar".
Jessamine Chan, La escuela de las buenas madres

Jessamine Chan es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Columbia que trabajó como editora de no-ficción en Publishers Weekly. Sus relatos han aparecido en Tin House y Epoch. En 2017 recibió una beca de la Fundación Elizabeth George para escribir esta novela. También ha tenido apoyo del Breaf Loaf, la Fundación Wurlitzer, Jentel, el Centro Kimmel Harding Nelson, el Centro Anderson y Ragdale. 


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