Victoria Nash es uno de esos personajes que acompañan al lector para siempre. Solo tiene diecisiete años cuando da comienzo la historia, ambientada a finales de los años cuarenta en Colorado, y con este punto de partida recorreremos junto a ella más de dos décadas que nos pasan como un suspiro. Su encuentro casual con Wilson Moon, un joven con la piel morena al que nadie mira con buenos ojos en Iola, desencadenará una sucesión de acontecimientos que cambiarán la vida de Victoria para siempre.
La familia de Victoria ya había sido víctima de la desgracia un tiempo atrás. Por eso ahora ella es la única mujer en su casa y ha terminado por hacerse cargo, de una forma gradual y casi imperceptible, de su padre, su hermano y su tío. Ella participa también, junto a su familia, del cultivo y venta de unos melocotones que tienen fama de ser los mejores de la región y se los conoce más lejos de lo que ella ha viajado jamás.
Puesto que desvelar más del curso de la historia sería estropear la experiencia lectora de aquellos que aún no hayan disfrutado de esta historia, os hablaré de la pluma de la autora y de algunos rasgos de esta novela que la han convertido en una de mis favoritas. Esta es, aunque cueste creerlo, la primera publicación de la autora. Y es que el estilo de Shelley Read es aterciopelado, evocador, altamente estético en sus descripciones tanto de paisajes como de sensaciones o sentimientos. Nos mece en cada frase y nos lleva de la mano a descubrir el desgarrador destino que le espera a la protagonista.
Victoria es un personaje fuerte, que cambia con el paso de los años, que evoluciona y crece en nuestras manos mientras la observamos conmovidos desde nuestra posición privilegiada ante su discurso en primera persona. Victoria despierta en nosotros compasión, empatía, preocupación y miedo. La autora logra que suframos por ella, que la miremos con condescendencia al principio, ante su descubrimiento del primer amor, y con admiración al final, cuando nos ha dado más de una lección en el arte de adaptarse y sobrevivir.
De cada una de las paradas que hace Victoria a lo largo de esas tres décadas, podría escribirse un libro entero. Y sin embargo a este no le falta ni le sobra una sola página. La trama fluye sin obstáculos apoyándose en un discurso hermoso, casi onírico incluso en los episodios más crudos. Olemos, sentimos y saboreamos los melocotones, nos estremecemos por el frío de las aguas del arrollo, nos angustiamos por el dolor físico y nos embrutecemos por la injusticia que sufren los inocentes. Como si fuera un río es un viaje a través de los sentidos y las emociones.
Recomendada para lectores que buscan historias profundas, que le atrapen por lo envolvente del discurso y la potencia de la trama. Es esta una novela sobre el amor, la pérdida, la esperanza, la supervivencia, la familia, las renuncias más dolorosas y las injusticias más crueles basadas en los prejuicios.
Recordándome en ocasiones a Kristin Hannah, por esa capacidad de evocar, de transmitir, de conmover y de tejer una prosa estéticamente placentera a la vez que directa, Shelley Read tiene su propio estilo y yo estoy deseando leer lo próximo que publique.
Shelley Read se licenció en Escritura y Estudios Literarios en la Universidad de Denver y en Escritura Creativa en Universidad de Temple. Habiendo sido durante tres décadas profesora titular en la Western Colorado University y habiendo colaborado en Crested Butte Magazine, Gunnison Valley Journal y Denver Post, publica su primera novela, Como si fuera un río, que se ha traducido ya a más de treinta idiomas y vendido más de un millón de ejemplares. Todo un fenómeno internacional que será llevado a la gran pantalla por Fifth Season y Mazur Kaplan.
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