lunes, 14 de marzo de 2016

LA GUITARRA AZUL (John Banville)




"Con el paso del tiempo, la mayoría de los objetos que poseemos pierden su pátina, se vuelven apagados y anónimos; pero una vez robados, vuelven de un brinco a la vida, recuperan el esplendor de su singularidad. En ese sentido, ¿no hace el ladrón un favor a los objetos al actualizarlos? ¿No realza el mundo al devolver el brillo a su plata deslustrada?"

John Banville, La guitarra azul


Cuando conocemos a Oliver, solo sabemos que ha huido. Ni él mismo sabe del todo por qué ha acudido a su hogar de la infancia y no a otro lugar. Se encuentra allí, solo, confuso, frustrado y dando vueltas en vano por todos los pensamientos que una vez tuvo y que le han llevado a esa situación. Es cuando comienza a hacernos partícipes de esta historia. 

Banville teje una trama a través de la que el protagonista, en primera persona, nos narra cómo la obsesión por el robo le lleva a apoderarse de una mujer que no es la suya. Oliver conoce a Polly porque es la esposa de su amigo Marcus. Los dos matrimonios salen juntos frecuentemente y en un momento, que no guarda especialidad alguna, se da cuenta de que la desea. Pero será él mismo el que trate de dar respuesta a la pregunta de si lo hace por amor o sencillamente por la satisfacción de poseer algo que no le pertenece. 


"Aunque supongo que esa es la verdad: la robé, la sustraje,cuando su marido no estaba mirando y me la metí en el bolsillo"

John Banville, La guitarra azul

Poco a poco la maraña de la aventura se complica, como suele suceder en todas las historias que llevan como base el engaño. Pero aunque se nos presenta a Oliver en este contexto, no encontraremos en La Guitarra azul un simple drama romántico. Su profundidad va mucho más allá e invita al lector a acompañar al protagonista en sus reflexiones sobre el amor, el arte, la muerte, la amistad, la infancia, la familia o la lealtad.

No es Oliver un héroe literario. No posee una belleza física propia de los conquistadores que encontramos en otras novelas. Es solo un hombre corriente, envuelto en una trama mundana fruto de los errores y los aciertos de la vida corriente. Un marido imperfecto y un amigo desleal. Un amante, tal vez, algo egoísta. Y sobre todo, un aficionado al robo, cuya pasión describe con fervor en multitud de ocasiones.


Esta novela representa el arte de la digresión elevado a la máxima potencia. Una historia que para nada es lineal y que se ramifica en infinidad de hilos de una forma magistral. El discurso parece dispersarse por azar, pero Banville tiene la astucia de retomarlo siempre en el momento perfecto para enlazar un hecho con otro sin que el lector se termine de perder nunca. 

"Maldita sea, otra nueva digresión; debe existir algo o algún sitio a donde no quiero llegar, de ahí todos estos rodeos, en apariencia inocentes, por polvorientas carreteras secundarias"

John Banville, La guitarra azul

Es en esta digresión meditada y perfecta donde radica el realismo del personaje. Pues, ¿quién es capaz de contar una historia tan compleja sin perderse ni por un momento en un recuerdo, una reflexión o un acontecimiento relacionado? Sucede por igual en la imperfección del narrador.

"Pero esperad, esperad, me estoy equivocando con la cronología, equivocándome sin remedio."

John Banville, La guitarra azul

Será labor del lector, convertido en confesor improvisado, decidir si Oliver no llega a ser un gran pintor porque en realidad es un ladrón. O si no se atreve nunca a dedicarse plenamente al hurto, por ser en realidad un artista. No son pocas las reflexiones que nos aporta el personaje al respecto de su trabajo como pintor y su posterior sequía productiva al respecto. Una crisis de inspiración, tal vez, que le lleva una y otra vez a despreciar la opción de retomar su trabajo.

Merece mención especial, sin duda, la tarea de traducción de Nuria Barrios (Madrid, 1962), así como su resultado. No hace falta ser un gran experto para percatarse de la complejidad y riqueza del lenguaje de Banville y de cómo, una mala traducción o, simplemente, una traducción en la que la persona responsable se tomara demasiadas libertades, daría como resultado algo totalmente diferente y lejos de la esencia de este autor. El trabajo de Nuria es concienzudo y denota gran sensibilidad hacia el discurso. Nuria es doctora en Filosofía por la Complutense de Madrid y su última obra publicada, Ocho centímetros (Páginas de Espuma, 2015), está compuesta por once relatos que abordan el dolor desde distintas perspectivas y profundidades.


John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) colabora habitualmente en The New York Review of Books. Finalista del Premio Booker en 2014 con El libro de las pruebas, lo había conseguido ya en 2005 con El mar. También encontramos su sello en obras bajo el seudónimo Benjamin Black. En 2011 obtuvo el Premio Franz Kafta, el cual está considerado la antesala del Nobel. En 2014 se le otorgó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y es titular también del Premio Austríaco de la Literatura Europea (2013) y los premios Leteo y Liber en España.

Entre sus obras destacan El intocable (Alfaguara 2015) y un ciclo de novelas que incluye el título Antigua luz (Alfaguara 2012), muy alabado por público y crítica.

Este ha sido mi primer encuentro personal con Banville. No puedo esconder que he quedado impresionada por la calidad de su literatura y lo magistral del discurso. Opino que es merecedor de cada una de las alabanzas que recibe su obra. Volveré a sumergirme en otra de sus obras más adelante.

Banville, bienvenido a La Copela. Pasa y toma asiento.