Hay novelas que se disfrutan leyendo tanto como se sufren a la hora de reseñarlas. El Valle, de Enrique Gracián, pertenece precisamente a esa categoría. Es un libro que pide silencio, que exige respeto hacia la experiencia del lector y que se sostiene, en parte, gracias a su misterio. La propia editorial lo advierte en la contraportada: no contemos demasiado. Y lo cierto es que, si lo hiciéramos, arruinaríamos una lectura que vive de su desconcierto inicial y de la revelación que llega después.
Intentaré, por tanto, mantener ese secreto intacto al mismo tiempo que os transmito lo mucho que me ha sorprendido esta historia.
El Valle nos sitúa en un lugar remoto donde los habitantes parecen atrapados en una rutina que nunca (o casi nunca) cambia: un trabajo duro, estructuras que no terminan de explicarse, la omnipresencia del tren y una sensación persistente de encierro. Desde el principio percibimos que algo no encaja, pero no sabemos qué es. Ese clima de inquietud, esa extraña normalidad que nadie cuestiona, funciona muy bien a la hora de despertar la curiosidad del lector. Al principio nos sentimos desconcertados, pero muy pronto nos resulta imposible parar de leer.
Pero será entonces, cuando creamos hacer comprendido la historia, cuando llegue el giro. Ese momento transformó por completo mi percepción del libro. La novela despliega otra capa, otra lectura, y entendemos que lo que estábamos viendo solo era una parte de algo mucho mayor. Es difícil hablar de ello sin revelar nada, pero sí puedo decir que la originalidad de este planteamiento me ganó para siempre.
He leído muchas novelas, y pocas consiguen sorprenderme ya de esta manera. El Valle lo ha hecho. Es una obra que juega con la percepción del lector, que parte de la pura extrañeza para desembocar en una historia que me ha parecido tan particular como inteligente.
Recomiendo entrar sin miedo y sin información previa. Dejarse llevar. Admitir la desconexión del inicio, abrazar la intriga, permitirse especular y, cuando llegue el giro, disfrutar de esa sensación de estar ante algo distinto. Yl final, por cierto, me ha encantado.
Una lectura inquietante, distinta y sorprendente, que confirma que todavía hay historias capaces de descolocarnos.
Enrique Gracián, formado en Matemáticas en la Universidad de Barcelona, ha dedicado buena parte de su vida a explicar la ciencia de manera clara y apasionada. Ha sido profesor, ha escrito en los suplementos de ciencia de La Vanguardia y El País, y participó como subdirector en el mítico programa Redes, donde muchos lo descubrieron por primera vez. A lo largo de su trayectoria ha publicado obras de divulgación que se han convertido en referencia como Construir el mundo, Historia de los números, Un descubrimiento sin fin. El infinito matemático y Los números primos, traducida a catorce idiomas y con cientos de miles de lectores en todo el mundo.
Con El Valle, publicado por Grijalbo, Gracián se adentra por primera vez en la narrativa y lo hace con una novela tan audaz como inesperada. Una apuesta literaria que confirma que su talento para contar ideas también sabe trasladarse a la ficción.



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