No juegues con ellas, de Johanna Copeland, me ha atrapado desde la primera página y me ha tenido completamente entregada hasta el final. Es uno de esos thrillers que remueven, que golpean, que te impiden parar de leer aunque sepas que lo que viene no va a ser fácil. Un libro del que quiero hablar, que quiero recomendar y comentar sin parar y sin embargo, cuesta mucho reseñar sin desvelar nada. Porque lo que hace especial a esta novela es, precisamente, todo aquello que se va descubriendo paso a paso, giro tras giro, capa tras capa.
La historia se estructura en dos líneas temporales muy bien diferenciadas. En 2019 conocemos a Stella, una mujer que ha dejado atrás una brillante carrera como abogada para dedicarse por completo a su familia. Vive en un barrio acomodado, tiene una vida tranquila, ordenada, aparentemente segura. Hasta que una noche, algo se activa. Un detalle. Una sospecha. Una sombra del pasado que empieza a avanzar con una lentitud insoportable, hasta que amenaza con alcanzarlo todo. Aunque ella creía haberse alejado de ello para siempre, el pasado del que se huye siempre termina por encontrarnos.
En 1987 seguimos a Julie, una niña que vive con su hermana Paula junto a su madre y el ir y venir de los novios de esta, que lejos de aportar estabilidad, generan tensión, inseguridad y miedo. La vida de Julie es la de muchas niñas a las que se les niega la infancia y se les exige crecer demasiado pronto, deseando que sus vidas se parezcan más a las de las otras niñas.
Estas dos líneas, que en un principio parecen completamente ajenas entre sí, se van entrelazando con una precisión narrativa que me ha parecido magistral. Hay un trabajo impecable en cómo cada pieza encuentra su lugar y cómo el pasado y el presente se funden en una verdad que estalla al final.
Me ha fascinado la historia de las dos niñas, pero lo que realmente me ha dejado sin aliento ha sido el personaje de la madre. Inquietante, complejo, inolvidable. No voy a decir nada más sobre ella, solo esto: ya no puedo mirar un frasco de fruta en conserva sin que me recorra un escalofrío. Quienes leáis la novela sabréis por qué. Y no lo vais a olvidar tampoco.
Es adictiva, sí, pero también es emocionalmente devastadora. Hay escenas que duelen y frases que calan. Un thriller que, más allá del misterio y los giros (que los tiene, y muy bien ejecutados), deja un poso. Te hace pensar, no se cierra del todo cuando pasas la última página, sino que se queda contigo un buen rato más. Sin duda, entra directo en mi lista de favoritos del género. Y estaré atenta a lo próximo que publique Johanna Copeland, porque esta lectura ha sido de las que marcan.
Johanna Copeland es nativa de Oregón y ex abogada corporativa. Ha colaborado con sus escritos en publicaciones como el Washington Post, xoJane, Stonecoast Review y Literary Mama.