Lydia ha tenido que enfrentarse a la muerte repentina de su hermano y al posterior abandono de su padre en muy poco tiempo. Es una estudiante brillante, pero no tiene más que un amigo de quien además sospecha que, o bien la busca solo cuando necesita ayuda con sus proyectos de informática, o tiene unas intenciones más allá de la amistad. Ni tan siquiera con su madre mantiene una relación sana. Parece que últimamente no hay más que problemas entre ellas.
La relación más sólida que Lydia mantiene es con Henry. Pero Heny es un programa diseñado por ella misma en el que empezó a trabajar cuando su padre aún no se había marchado. Ahora que por fin parece completamente funcional, nadie más que ella conoce de su existencia y juntos han perfeccionado su funcionamiento hasta puntos que la propia Lydia desconoce.
Henry se vuelve más independiente en sus acciones hasta que llega el momento en que Lydia debe tomar la decisión de darle un mayor control y autonomía que le permitiría actuar de forma directa en el día a día de la joven. Si ella acepta o no deberéis descubrirlo en la novela, en la que además aparecerá otro personaje que parece haber puesto el ojo en Lydia y en lo que se trae entre manos.
Yo, Henry explora las posibilidades de la inteligencia artificial y provoca una reflexión sobre el poder y el alto grado de control que puede llegar a ejercer si se le deja. Además, propone una protagonista joven y brillante cuya vida se ve duramente golpeada por una tragedia familiar.
Es una novela breve, por lo que la acción se encuentra muy concentrada y no deja lugar a la distracción. Los hechos se suceden sin descanso y no hay capítulos valle. Lydia y Henry están en constante movimiento y mantienen al lector en estado de alerta permanente.
Naomi Gibson estudió Historia del Arte y a pesar de desarrollar su pasión por la escritura desde muy joven, trabaja como aparejadora. Esta es su primera novela.
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