Que El ruido que nos separa quedara finalista del II Premio Icue Negro, nos da una pista de qué puedes encontrarte si decides leer esta novela de Pedro Aranda. Este premio pone en valor el trabajo de autores noveles o que debutan en la novela negra. Y como tal, esta historia de historias que conforma El ruido que nos separa es una muestra de los elementos más puros del género, además de incluir un desarrollo y rasgos muy originales.
"Lo bueno de no poder permitirte una secretaria para la consulta es que así no puede escuchar los disparos, aunque procedan de un magnum del calibre 22."
Pedro Aranda, El ruido que nos separa
En 1975, Sweet Bob se proclamó campeón del mundo de boxeo. Once años después su suerte ha cambiado radicalmente y se le encuentra bajo el puente Eads en Missouri, cubierto de mantas, inmundicia y un pasamontañas que no consigue hacerle pasar del todo desapercibido, ya que un equipo de periodistas le encuentra y transmite un dramático programa de televisión contando su caída en desgracia. Pero Sam Fabianelli, un famoso empresario del mundo de la moda, está viendo en ese momento la televisión y una idea se ilumina en su mente. No puede esperar y descuelga el teléfono para ponerse en contacto con su socio, Brett Carroll, a quien le propone un proyecto con el que no solo ganarán más dinero del que puedan imaginar en ese momento, sino que además pueden devolverle parte de la gloria perdida al excampeón.
Bangkok será el escenario elegido para que Sweet Bob se enfrente al actual campeón mundial, el alemán Bam Bam Müller. Y ese combate será donde confluyan todos hilos argumentales de la novela de Pedro Aranda. En el combate, no solo se dará cita casi la totalidad del elenco, sino que además se resolverá más de uno de los conflictos planteados con anterioridad.
El autor se vale de una estructura en capítulos de corta o media extensión para mostrarnos a modo de fogonazos retazos de la vida de todos los personajes. Y no solo vamos a ir saltando entre personajes, sino que lo haremos también en el tiempo, descubriendo el pasado de los protagonistas y la relación que les une a todos ellos y que nos pondrá en situación para comprender lo que ocurrirá en la escena final.
Los amantes de las novelas corales están de enhorabuena, porque recuerdo pocas historias con un reparto más extenso que El ruido que nos separa. El autor hace un ejercicio minucioso para encajar todas las piezas que presenta de modo que al final no queden grietas, dudas o margen de error en cómo encaja a cada uno de los personajes con los demás, en cómo unas historias y otras tienen siempre un hilo que las une y hasta la más inesperada de las conexiones es posible. No importa si hablamos de la esposa de un boxeador que carga con la culpa de haberle engañado y dañado con alguien cercano y a la vez contamos la historia de un psiquiatra que es capaz de descuartizar y deshacerse del cuerpo de un paciente... Podemos estar frente a un cantante de éxito cuya carrera y su fortuna se han perdido por culpa de su adicción al juego y encontrarnos en el siguiente capítulo con un joven que ha sido adiestrado en el uso de la mente como arma.
Todos ellos van a encontrarse en Bangkok y para todos ellos hay un final. Unos saldrán mejor y otros peor parados del evento, pero lo cierto es que la vida de todos cambiará para siempre.
"Por fin las luces se apagaron. El espectáculo estaba a punto de comenzar. El nerviosismo de los espectadores se contagiaba de unos a otros. Nadie se atrevía a decir nada."
Pedro Aranda, El ruido que nos separa
Aunque el punto y final de la trama es el combate de boxeo, sí que vais a encontraros con una historia que tiene lugar en una fecha posterior. Es la historia de los dos jóvenes que se dan cita en un hotel de Tokio en 1999 con la intención de suicidarse juntos. Se han conocido en la red y tanto Karou como Yumiko están convencidos de que no pueden soportar por más tiempo continuar con sus vidas. ¿Saltarán a la vez?
Pedro Aranda tiene una pluma que mezcla elementos de géneros mayores y menores. Apreciamos un deje costumbrista realista, narrando sin endulzar hasta las escenas más sórdidas. No obstante, siempre conserva la elegancia de la novela negra más clásica, de la que reserva una parte del personaje en la sombra para mantener el enigma y que aporta ese ingrediente que nos invita a querer saber más, avanzar y descubrir cómo termina resolviendo un extenso rompecabezas que se nos antoja imposible de solventar hasta que vemos cómo el autor no solo lo logra, sino que no se le escapa nada.
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